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‘Home Schooling’: educando a los hijos en casa

HomeSchoolingPara la mayoría de nosotros ir al colegio es algo tan natural como respirar o ver la tele. Relacionamos nuestra vida infantil con anécdotas en clase, con juegos en el recreo, con ese profesor o esa profesora que nos tenía manía o al que, aún después de los años, seguimos reverenciando. Probablemente se nos hace difícil pensar la vida de un niño sin tener que ir al cole, sin libros y deberes o exámenes al final del trimestre.

Sin embargo, no es lo mismo respirar que ver la tele. Lo primero es algo esencial, de manera estricta: lo necesitamos para seguir con vida. Pero la tele, aunque esté plenamente integrada en nuestras vidas, no deja de ser un invento, un objeto externo que no tiene más que unas pocas décadas.

De la misma forma, hay quien argumenta que la escolarización infantil no es más que un invento que, en cierta forma, se opone a la vida natural de los más pequeños. Como la tele, no fue hasta hace relativamente poco (hacia la mitad del siglo XVIII) cuando se empezó a extender por los países ‘civilizados’, y en la mayoría de ellos hasta los años 20 del pasado siglo no existió un sistema educativo bien estructurado.

Los beneficios de la universalización de la educación son tan conocidos que no hace falta enumerarlos. De hecho, muy pocas personas podrían estar en contra de que sus hijos reciban una educación adecuada. Pero que tenga que hacerse dentro de las paredes de un centro educativo, con unas normas y unos controles estándar, sí tiene detractores. De hecho, existe un número más o menos creciente de familias que optan por el ‘home schooling’, es decir, por educar a sus hijos en el hogar.

La idea no es solo cambiar el aula por el salón de casa. Es redefinir la rutina de la educación. Como dice Laura Mascaró, de la Asociación por la Libre Educación, “hay tantos motivos como familias: motivos pedagógicos, motivos académicos, algunos tienen motivos ideológicos y de filosofía de vida. Si ves que tú educas a tu hijo de una manera, siguiendo unos criterios, unos principios, y ves que en el cole eso te lo tumban, a lo mejor te planteas que no te conviene que vayan. Y también hay muchas familias que llegan a la educación en casa después de una mala experiencia en el sistema escolar”.

El ‘home schooling’ se basa en que el niño tiene una capacidad innata de aprender y unas ganas continuas de conocer lo que le rodea. Mientras que en el colegio esa capacidad se ve coartada (puesto que tiene que seguir un programa educativo común para todos los niños), en casa él puede tener la libertad de seguir su propio instinto, dirigiéndose a lo que más le interesa. “No significa que hagan lo que quieran”, dice Laura, “pero sí es una educación mucho más respetuosa”. Además, añade que ninguna actividad se corta cuando suena el timbre de final de clases, porque “no hay ninguna actividad tan importante que merezca ser terminada”.

Está claro que no es fácil salirse del sistema educativo. Además del vacío legal existente en algunos los países como España (aunque en la mayoría de los europeos sí está reconocido), la implicación de los padres tiene que ser mayor, ya que son los que van a guiar a sus hijos durante los años que dure su proceso educativo. En algunos casos hace falta el apoyo de varios adultos (abuelos, familiares, otros padres que educan de la misma forma) y una redefinición de los ritmos familiares y laborales que permitan atender a los hijos.

Los mayores miedos de los padres sobre esta forma de educación (si los niños estarán bien preparados, es decir, si la educación será correcta, y si no serán ‘bichos raros’ fuera de la sociedad) no parecen ser grandes problemas. En el primer caso, por supuesto, depende de la capacidad educacional de los padres, mientras que la segunda, sencillamente, no tiene fundamento, ya que existen multitud de espacios cotidianos en los que los niños pueden interaccionar con otras personas, incluyendo, por descontado, otros niños.

En España existen alrededor de 2.000 familias que optan por este tipo de educación, lo cual no es más que una parte residual de la población infantil, pero en países como EE.UU., Canadá o Nueva Zelanda representan porcentajes significativos. En el primero, por poner un ejemplo, se calcula que pueden haber alrededor de 1,8 millones de niños que se educan de esta forma, lo cual supondría un 2,2% del total. Pedagogos como John Holt o Ladzlo Polgar han estudiado en profundidad este asunto, haciendo críticas al sistema de escolarización universal y proponiendo métodos y medidas que se pueden aplicar en casa.

El segundo, de hecho, autor del libro ‘Educando Genios’, realizó toda una experiencia vital de su método con sus tres hijas. Las educó en casa basándose en sus propios principios, y obtuvo como resultado tres personas más que preparadas intelectualmente. Las tres eligieron el ajedrez como afición y como forma de vida, y las tres se situaron, en su momento, como las ajedrecistas más importantes del mundo, siendo la más pequeña, Judit, la más brillante, consiguiendo situarse entre los 10 mejores jugadores del mundo en un deporte dominado históricamente por los hombres. En cuanto a su vida personal, todos los que las conocen (que son muchos, vista su fama) aseguran que son personas normales y felices, que no han tenido problemas para formar relaciones afectivas a su alrededor, tener amigos, familia e hijos.

Este ejemplo es, probablemente, una pequeña exageración espectacular, pero indica que la educación en casa, más allá de generar problemas, posee todo un abanico de ventajas, a pesar de los miedos y reticencias que socialmente podamos tener.

Pero qué mejor que dejar hablar a un protagonista que vive esta realidad en primera persona:

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‘Home Schooling’: educando a los hijos en casa

HomeSchoolingPara la mayoría de nosotros ir al colegio es algo tan natural como respirar o ver la tele. Relacionamos nuestra vida infantil con anécdotas en clase, con juegos en el recreo, con ese profesor o esa profesora que nos tenía manía o al que, aún después de los años, seguimos reverenciando. Probablemente se nos hace difícil pensar la vida de un niño sin tener que ir al cole, sin libros y deberes o exámenes al final del trimestre.

Sin embargo, no es lo mismo respirar que ver la tele. Lo primero es algo esencial, de manera estricta: lo necesitamos para seguir con vida. Pero la tele, aunque esté plenamente integrada en nuestras vidas, no deja de ser un invento, un objeto externo que no tiene más que unas pocas décadas.

De la misma forma, hay quien argumenta que la escolarización infantil no es más que un invento que, en cierta forma, se opone a la vida natural de los más pequeños. Como la tele, no fue hasta hace relativamente poco (hacia la mitad del siglo XVIII) cuando se empezó a extender por los países ‘civilizados’, y en la mayoría de ellos hasta los años 20 del pasado siglo no existió un sistema educativo bien estructurado.

Los beneficios de la universalización de la educación son tan conocidos que no hace falta enumerarlos. De hecho, muy pocas personas podrían estar en contra de que sus hijos reciban una educación adecuada. Pero que tenga que hacerse dentro de las paredes de un centro educativo, con unas normas y unos controles estándar, sí tiene detractores. De hecho, existe un número más o menos creciente de familias que optan por el ‘home schooling’, es decir, por educar a sus hijos en el hogar.

La idea no es solo cambiar el aula por el salón de casa. Es redefinir la rutina de la educación. Como dice Laura Mascaró, de la Asociación por la Libre Educación, “hay tantos motivos como familias: motivos pedagógicos, motivos académicos, algunos tienen motivos ideológicos y de filosofía de vida. Si ves que tú educas a tu hijo de una manera, siguiendo unos criterios, unos principios, y ves que en el cole eso te lo tumban, a lo mejor te planteas que no te conviene que vayan. Y también hay muchas familias que llegan a la educación en casa después de una mala experiencia en el sistema escolar”.

El ‘home schooling’ se basa en que el niño tiene una capacidad innata de aprender y unas ganas continuas de conocer lo que le rodea. Mientras que en el colegio esa capacidad se ve coartada (puesto que tiene que seguir un programa educativo común para todos los niños), en casa él puede tener la libertad de seguir su propio instinto, dirigiéndose a lo que más le interesa. “No significa que hagan lo que quieran”, dice Laura, “pero sí es una educación mucho más respetuosa”. Además, añade que ninguna actividad se corta cuando suena el timbre de final de clases, porque “no hay ninguna actividad tan importante que merezca ser terminada”.

Está claro que no es fácil salirse del sistema educativo. Además del vacío legal existente en algunos los países como España (aunque en la mayoría de los europeos sí está reconocido), la implicación de los padres tiene que ser mayor, ya que son los que van a guiar a sus hijos durante los años que dure su proceso educativo. En algunos casos hace falta el apoyo de varios adultos (abuelos, familiares, otros padres que educan de la misma forma) y una redefinición de los ritmos familiares y laborales que permitan atender a los hijos.

Los mayores miedos de los padres sobre esta forma de educación (si los niños estarán bien preparados, es decir, si la educación será correcta, y si no serán ‘bichos raros’ fuera de la sociedad) no parecen ser grandes problemas. En el primer caso, por supuesto, depende de la capacidad educacional de los padres, mientras que la segunda, sencillamente, no tiene fundamento, ya que existen multitud de espacios cotidianos en los que los niños pueden interaccionar con otras personas, incluyendo, por descontado, otros niños.

En España existen alrededor de 2.000 familias que optan por este tipo de educación, lo cual no es más que una parte residual de la población infantil, pero en países como EE.UU., Canadá o Nueva Zelanda representan porcentajes significativos. En el primero, por poner un ejemplo, se calcula que pueden haber alrededor de 1,8 millones de niños que se educan de esta forma, lo cual supondría un 2,2% del total. Pedagogos como John Holt o Ladzlo Polgar han estudiado en profundidad este asunto, haciendo críticas al sistema de escolarización universal y proponiendo métodos y medidas que se pueden aplicar en casa.

El segundo, de hecho, autor del libro ‘Educando Genios’, realizó toda una experiencia vital de su método con sus tres hijas. Las educó en casa basándose en sus propios principios, y obtuvo como resultado tres personas más que preparadas intelectualmente. Las tres eligieron el ajedrez como afición y como forma de vida, y las tres se situaron, en su momento, como las ajedrecistas más importantes del mundo, siendo la más pequeña, Judit, la más brillante, consiguiendo situarse entre los 10 mejores jugadores del mundo en un deporte dominado históricamente por los hombres. En cuanto a su vida personal, todos los que las conocen (que son muchos, vista su fama) aseguran que son personas normales y felices, que no han tenido problemas para formar relaciones afectivas a su alrededor, tener amigos, familia e hijos.

Este ejemplo es, probablemente, una pequeña exageración espectacular, pero indica que la educación en casa, más allá de generar problemas, posee todo un abanico de ventajas, a pesar de los miedos y reticencias que socialmente podamos tener.

Pero qué mejor que dejar hablar a un protagonista que vive esta realidad en primera persona: